El parkinson es una enfermedad que se caracteriza por la pérdida progresiva de neuronas de un núcleo cerebral llamado sustancia nigra, lo que provoca fundamentalmente temblores, rigidez, lentitud en los movimientos y problemas de equilibrio, evolucionando finalmente en demencia. Se estima que hasta un 3% de la población mayor de 65 años sufre la enfermedad.
Si bien el principal tratamiento para estos pacientes es farmacológico, y actualmente existen diferentes drogas para realizarlo, un número considerable de personas no logra una calidad de vida aceptable con esta alternativa. En esos casos, la cirugía representa una alternativa que, aunque no logra la cura de la enfermedad, brinda un control sintomático extra a la medicación, garantizando una mejoría significativa en la calidad de vida.
Cabe destacar que no todos los pacientes que la padecen son aptos para este tipo de procedimiento. Por lo general, se realiza en casos de enfermedad de Parkinson idiopática (no adquirida a partir de otras causas, por ejemplo, un ACV isquémico), con dificultades motoras severas, con inestabilidad postural a pesar de los fármacos, que conservan cierta respuesta a la medicación dopaminérgica y que todavía no presentan demencia o alteraciones psiquiátricas. También, puede utilizarse en personas con reacciones adversas que impiden un adecuado tratamiento farmacológico. Para determinar si el procedimiento es indicado para un paciente, se realiza una evaluación interdisciplinaria entre neurológos, neurocirujanos y neuropsicólogos.
En cuanto a los resultados, se observa que el beneficio es mayor en pacientes jóvenes que en los mayores de 70 años.
Existen dos tipos de procedimientos quirúrgicos: los procedimientos ablativos, que lesionan definitivamente un grupo específico de neuronas cerebrales, y procedimientos de neuromodulación, que mediante una estimulación eléctrica de esas neuronas, inhiben su funcionamiento. Estos últimos, constituyen hoy el principal tratamiento quirúrgico aplicado a los pacientes con enfermedad de Parkinson alrededor del mundo. Es que presentan una serie de ventajas por sobre los primeros: la terapia es reversible y permite realizar ciertos ajustes sobre el área cerebral afectada. Además, puede realizarse sobre ambos hemisferios cerebrales, ya que poseen menos posibilidades de generar dificultades cognitivas que con lesiones ablativas bilaterales.
El primer caso de la provincia
La intervención se realizó a un paciente de 57 años, con un diagnóstico de enfermedad de Parkinson que data de hace aproximadamente 12 años. A partir de la enfermedad, además de temblores, y lentidud en ciertos movimientos, registraba dificultades en la motricidad: ya no podía caminar y enfrentaba alternaciones graves en la voz. Además, ya no podía realizar tareas simples como escribir, bañarse, alimentarse o vestirse solo. Esto conllevó, no solo a la pérdida de su autonomía como individuo, sino a la imposibilidad de llevar adelante una vida digna.
A partir de la cirugía, el paciente ha comenzado a mejorar y a recuperar aquello que había perdido: si bien la enfermedad no tiene cura, su vida se ha normalizado. Ya se moviliza por sus propios medios, puede hablar con soltura y desarrolla su día a día en el hogar totalmente por su cuenta. Ha vuelto a comer, a escribir y a manipular objetos. En ese sentido, el paciente destaca que el tratamiento “le ha devuelto la posibilidad de planificar su vida”.
El equipo estuvo integrado por los Neurocirujanos Dr. Juan Ryan y Dr. Ernesto Sierre; la Neuróloga Dra. Carolina Villa; y el Anestesiólogo Dr. Darío Terrades; que contaron con la asistencia técnica del presidente de la Fundación CENIT, el Neurocirujano Dr. Fabián Piedimonte. También participaron el Dr. Juan Pablo Travi (Neurofisiólogo), el Dr. Matías Nayar (especialista en Neuromodulación de Abbott; Claudio Lingeri (gerente de línea de Corpomédica).
El procedimiento
Durante la cirugía de colocación de electrodos cerebrales profundos para neuroestimulación, el equipo médico localiza espacialmente el grupo de neuronas donde se realizará el tratamiento (núcleo subtalámico, globo pálido interno o núcleo ventral intermedio medial del tálamo), a través de la colocación de un marco de estereotaxia en la cabeza del paciente y la realización de una tomografía cerebral. Ésta, se fusiona posteriormente con una resonancia magnética y, mediante un software específico, se calculan las coordenadas del blanco en relación al centro del marco. Luego, se debe corroborar la correcta ubicación del electrodo mediante un mapeo electrofisiológico. Por último, un vez fijados los mismos al cráneo del paciente, se conectan al equipo neuromodulador que lleva la batería generadora y que permite ajustar diferentes parámetros de estimulación (amplitud, frecuencia, ancho de pulso).
Al momento de realizar el mapeo neurofisiológico, el bioingeniero y el neurólogo analizan por un lado los patrones de descarga característicos de los diferentes grupos de neuronas por los que va pasando el electrodo hasta llegar a su objetivo, y por el otro la respuesta que se obtiene al estimular dicho objetivo. En esta parte de la cirugía se requiere que el paciente despierte y colabore con la examinación, permitiendo objetivar directamente la respuesta de los síntomas motrices al tratamiento y la posible reacción adversa por la posibilidad de estimular neuronas que no se deseaba intervenir. Esto permite corregir ligeramente la ubicación final del electrodo y obtener mejores resultados.
En cuanto a la recuperación, el paciente suele ser dado de alta a las 48 o 72 horas de la cirugía. Luego, se realizan controles periódicos en los que se regulan los parámetros del estimulador.
*Asesoró: Dr. Juan Manuel Ryan, Neurocirujano, MP:5721