Salud

Sida: una historia para recordar

Si bien en la actualidad el Sida no causa el te­rror de hace algunos años, todavía sigue sien­do una seria amenaza para la humanidad. En los comienzos, el brote de casos de esta enfermedad generó un temor generalizado y produjo un cambio radical en las conductas sexuales de la población. También toda una reguera de historias -algunas real­mente disparatadas- sobre casos sucedidos a amigos de amigos, sirvió para alimentar la paranoia.

Autor: RSalud 1 diciembre, 2015

Por cierto que no faltaron los supersticiosos y los píca­ros, que atribuyeron la expansión del Sida a una res­puesta colérica de Dios o de la Madre Naturaleza. La cuestión fue que el progresivo conocimiento de las causas y condiciones que inciden en la patología, permitió adecuar las conductas y prevenciones nece­sarias para evitar el contagio.

Las primeras noticias

Hay coincidencia en que la historia del Sida tie­ne una fecha oficial de nacimiento, el 5 de junio de 1981. Ese día los representantes de los Centros de Control de Enfermedades y Prevención de los Es­tados Unidos convocaron a una reunión de prensa con el objeto de describir cinco casos de neumonía en Los Ángeles; y al mes siguiente otros tantos del Sarcoma de Kaposi, un tipo de cáncer de piel. Las primeras confirmaciones médicas fueron efectuadas en California por el Dr. Michael Gottlieb.

Lo curioso del hallazgo de la aparición conjunta de neumonía por Penumocystis y del Sarcoma de Kaposi, fue que se presentaba en hombres homo­sexuales. Por lo menos eso fue lo que ocurrió con los casos iniciales más resonantes.

Ello hizo creer en principio que la enfermedad sólo se limitaba a este grupo, incluso se hablaba en forma irónica de una llamada “peste rosa”. Si bien estos pacientes también adolecían de otras enfermedades crónicas (luego se identificaron como oportunistas), las pruebas de sangre demostraron que carecían del número nece­sario de células T CD4+. Otra característica fue que la gran parte de este primer grupo murió en muy poco tiempo luego de contraer la enfermedad. Por eso motivo en los comienzos la patología fue deno­minada GRID (Gay Related Immuno Deficiency).

Virus del sida

Además de los hombres homosexuales se advir­tió que la enfermedad también la padecían grupos de inmigrantes, especialmente de origen haitiano. Se sumaron los usuarios de drogas inyectables y los receptores de transfusiones sanguíneas. En 1982 se decidió denominar a la enfermedad como Acquired Immune Deficiency Syndrome (AIDS) o Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida), en su versión en español.

En los primeros años de la década del ochenta se lanzaron diversas teorías sobre el origen de la enfermedad. La opinión pública seguía con excitación y bastante miedo todas las noticias referentes al Sida y había una gran confusión sobre las formas en que se producía el contagio. La teoría con más apoyo planteaba que el Sida era una enfermedad básicamente epidemiológi­ca. Se mencionaba que en el año 1983 un grupo de nueve homosexuales enfermos de Sida, que habían tenido relaciones entre ellos, resultaba una información precaria que había servido de base para fijar un patrón tradicional de patologías infecciosas.

No faltaron las voces admonitorias que suge­rían que el Sida era una consecuencia directa, una especie de “castigo” por el uso excesivo uso de drogas y de una intensa y promiscua activi­dad sexual. También se planteó que la inocula­ción de semen en el recto durante la práctica de sexo anal, combinado con el uso de inhalantes con nitrito llamados poppers, producía la debilitación del sistema inmune. Pocos especialistas tomaron en serio estas teorías, aunque algunas personas todavía las promueven y niegan inclu­so la misma existencia del HIV como causante del Sida.

El descubrimiento

La teoría más reconocida actualmente, sostiene que el HIV proviene de un virus llamado «virus de inmunodeficiencia en simios» (SIV, en inglés), el cual es idéntico al HIV y causa síntomas similares al Sida en otros primates. En 1984, dos científicos franceses, Luc Montagnier y Francoise Barré-Sonoussi logra­ron aislar el virus del Sida. El Dr. Robert Gallo, nor­teamericano, solicitó muestras y lanzó la noticia de haber descubierto el virus y detectado los primeros anticuerpos para combatirlos.

Después de diversas controversias legales, se decidió compartir patentes, pero el descubrimien­to se les atribuyó a los dos investigadores origina­les –Montagnier y Barré-Sonoussi- que aislaron el virus, y solo a ellos dos se les concedió el Premio Nobel conjunto en el año 2008. En 1986 el virus fue denominado HIV (virus de inmunodeficiencia humana). El descubrimiento del virus permitió el desarrollo de un anticuerpo, el cual se comenzó a utilizar para identificar dentro de los grupos de riesgo a los infectados.

En esos primeros tiempos las víctimas del Sida eran aisladas por la comunidad, los amigos e in­cluso la familia. Los niños que tenían sida no eran aceptados por las escuelas debido a las protestas de los padres de otros niños; éste fue el caso del joven estadounidense Ryan White, que generó una gran polémica en todo el mundo. La gente temía acercarse a los infectados ya que pensaban que el HIV podía contagiarse por un contacto ca­sual como dar la mano, abrazar, besar o compartir utensilios con un infectado.

Vale la pena recordar que las primeras víctimas de la discriminación y bajo la acusación de “culpabili­dad” fue la misma comunidad gay. Se les atribuía no sólo el origen de la enfermedad sino haberla ex­pandido por todos los países occidentales. Incluso al­gunos grupos religiosos llegaron a decir que el Sida era un castigo de Dios a los homosexuales. Hoy en día, todavía persisten grupos fundamentalistas que siguen creyendo que los verdaderos responsables del Sida fueron los homosexuales.

Otros señalan que el estilo de vida «depravado» de los homosexuales era responsable de la enfermedad. Aunque en un principio el Sida se expandió más de prisa a través de las comunidades homosexuales, y que la mayoría de los que padecían la enfermedad en Occidente eran homosexuales, esto se debía, en parte, a que en esos tiempos no era común el uso del preservativo entre homosexuales, por considerarse que éste era sólo un método anticonceptivo. Por otro lado, la difusión del mismo en África fue principal­mente por vía heterosexual.

Pero justamente esta falsa consideración fue la razón por la cual el Sida pudo expandirse rápida­mente. Es que se concentró la atención sólo en los homosexuales, esto contribuyó a que la enferme­dad se extendiera sin control entre heterosexuales, ello ocurrió básicamente en los continentes asiáti­co y africano y en la región del Caribe.

La actualidad

Gracias a la disponibilidad de tratamiento antirre­trovirales, las personas con HIV pueden llevar una vida normal, la correspondiente a una enfermedad crónica, sin las infecciones oportunistas caracterís­ticas del Sida no tratado. Los antirretrovirales están disponibles mayormente en los países desarrollados, y en los países del Tercer Mundo está creciendo, so­bre todo en América Latina. Pero en África, Asia y Europa Oriental muchas personas todavía no tienen acceso a esos medicamentos, por lo cual desarrollan las infecciones oportunistas y mueren algunos años después de la seroconversión.

Otros antecedentes

El HIV está emparentado con otros virus que causan enfermedades parecidas al Sida. Se cree que este virus se transfirió de los animales a los humanos a comienzos del siglo XX. Existen dos virus diferenciados que causan Sida en los seres humanos, el HIV-1 y el HIV-2. Del primero la especie reservorio son los chimpancés, de cuyo virus propio, el SIVcpz, deriva. El HIV-2 procede del SIVsm, propio de una especie de monos de África Occidental. En ambos casos la transmisión entre especies se ha producido varias veces, pero la actual pandemia resulta de la extensión del gru­po M del HIV-1, procedente según estimaciones de una infección producida en África Central, donde el virus manifiesta la máxima diversidad, en la primera mitad del siglo XX.

La pandemia actual arrancó en África Central, pero pasó inadvertida mientras no empezó a afec­tar a población de países ricos, en los que la inmu­nosupresión del Sida no podía confundirse fácil­mente con depauperación debida a otras causas, sobre todo para sistemas médicos y de control de enfermedades muy dotados de recursos. La mues­tra humana más antigua que se sepa que contiene HIV fue tomada en 1959 a un marino británico, quien aparentemente la contrajo en lo que ahora es la República Democrática del Congo. También se encontraron otras muestras que contenían el virus en un hombre estadounidense que murió a fines de los años sesenta y en un marino no­ruego en 1976. Se cree que el virus se contagió a través de actividad sexual, posiblemente a través de prostitutas, en las áreas urbanas de África. A medida que los primeros infectados viajaron por el mundo, fueron llevando la enfermedad a varias ciudades de distintos continentes.

En la actualidad, la manera más común en que se transmite el HIV es a través de actividad sexual desprotegida y al compartir agujas entre usuarios de drogas inyectables. El virus también puede ser trans­mitido desde una madre embarazada a su hijo (trans­misión vertical). En el pasado también se transmitió el Sida a través de transfusiones de sangre y el uso de productos derivados de ésta para el tratamiento de la hemofilia, o por el uso compartido de material médico sin esterilizar. Sin embargo, en el presente ello ocurre de modo muy excepcional.

No todos los pacientes infectados con el virus HIV tienen Sida. El criterio para diagnosticarla puede variar de región en región, pero el diagnós­tico típicamente requiere:

-Un recuento absoluto de las células T CD4 me­nor a 200 por milímetro cúbico, o

-La presencia de alguna de las infecciones opor­tunistas típicas, causadas por agentes incapaces de producir enfermedad en personas sanas.

-La persona infectada por el HIV es denomina­da «seropositiva» o «HIV positivo» (HIV+) y a los no infectados se les llama «seronegativos» o «HIV negativo» (HIV–). La mayoría de las personas se­ropositivas no saben que lo son.

La infección primaria por HIV es llamada «se­roconversión» y puede ser acompañada por una serie de síntomas inespecíficos, parecidos a los de una gripe, por ejemplo, fiebre, dolores musculares y articulares, dolor de garganta y ganglios linfáticos inflamados. En esta etapa el infectado es más trans­misor que en cualquier otra etapa de la enfermedad, ya que la cantidad de virus en su organismo es la más alta que alcanzará. Esto se debe a que todavía no se desarrolla por completo la respuesta inmunológica del huésped. No todos los recién infectados con HIV padecen de estos síntomas y finalmente todos los in­dividuos se vuelven asintomáticos.

Durante la etapa asintomática, cada día se produ­cen varios miles de millones de virus HIV, lo cual se acompaña de una disminución de las células T CD4+. El virus no sólo se encuentra en la sangre, sino en todo el cuerpo, particularmente en los gan­glios linfáticos, el cerebro y las secreciones genitales.

El tiempo que demora el diagnóstico de Sida desde la infección inicial del virus HIV es variable. Algunos pacientes desarrollan algún síntoma de inmunosupresión muy pocos meses después de haber sido infectados, mientras que otros se man­tienen asintomáticos hasta 20 años.

La razón por la que algunos pacientes no desarro­llan la enfermedad y por qué hay tanta variabilidad interpersonal en el avance de la enfermedad, toda­vía es objeto de estudio. El tiempo promedio entre la infección inicial y el desarrollo del Sida varía entre ocho a diez años en ausencia de tratamiento.

Epidemiología

En los países occidentales el índice de infección con HIV ha disminuido ligeramente debido a la mente religiosas, dan como resultado un altísimo ín­dice de infección En algunos países más de un cuar­to de la población adulta es HIV-positiva; solamente en Bostwana el índice llega al 35,8%. También es crí­tica la situación de Sudáfrica, Nigeria y Uganda. Las tasas de infección de HIV también han aumentado en Asia, con cerca de 7,5 millones de infectados en el año 2003. En julio de 2003, se estimaba que había 4,6 millones de infectados en India, lo cual constitu­ye aproximadamente el 0,9% de la población adulta económicamente activa. En China, la cantidad de in­fectados se estimaba entre 1 y 1,5 millones, aunque algunos creen que son aún más los infectados. Por otra parte, en países como Tailandia y Camboya se ha mantenido constante la tasa de infección por HIV en los últimos años.

Recientemente ha habido preocupación res­pecto al rápido crecimiento del Sida en la Europa oriental y Asia central, donde se estima que había 1,7 millones de infectados a enero de 2004. La tasa de infección del HIV ha ido en aumento des­de mediados de los ‘90, debido a un colapso eco­nómico y social, aumento del número de usuarios de drogas inyectables y aumento del número de prostitutas. En Rusia se reportaron 257.000 casos en 2004 de acuerdo a información de la Organi­zación Mundial de la Salud asimismo país existían 15.000 infectados en 1995 y 190.000 en 2002. Al­gunos afirman que el número real es cinco veces el estimado, es decir, cerca de un millón. Ucrania y Estonia también han visto aumentar el núme­ro de infectados, con estimaciones de 500.000 y 3700 a comienzos de 2004, respectivamente.

Sobre la prevención

Una vez que un individuo contrae el HIV, es al­tamente probable que en el transcurso de su vida llegue a desarrollar Sida. Si bien algunos portadores permanecen en estado asintomático por largos pe­ríodos de tiempo, la única manera de evitar el sida consiste en la prevención de la infección por HIV. La única vía para la transmisión del virus es a través de los fluidos corporales como la sangre. Este virus no se puede transmitir a través de la respiración, la saliva, el contacto casual por el tacto, dar la mano, abrazar, besar en la mejilla, masturbarse mutuamen­te con otra persona o compartir utensilios como vasos, tazas o cucharas. En cambio, teóricamente es posible que el virus se transmita entre personas a tra­vés del beso boca a boca, si ambas personas tienen llagas sangrantes o encías llagadas, pero ese caso no ha sido documentado y además es considerado muy improbable, ya que la saliva contiene concentracio­nes mucho más bajas que por ejemplo el semen.

El riesgo de infectarse con el virus HIV a causa de un pinchazo con una aguja que ha sido usada en una persona infectada es menor de 1 entre 200. Una apropiada profilaxis postexposición con medica­mentos anti-HIV logra contrarrestar ese riesgo, redu­ciendo al mínimo la probabilidad de seroconversión.

HIV y saliva

Después de la sangre, la saliva fue el segundo fluido del cuerpo donde el HIV se aisló. El origen del HIV salivar son los linfocitos infectados de las encías (gingiva). Estas células emigran dentro de la saliva en una tasa de un millón por minuto. Esta migración puede aumentar hasta 10 veces (diez mi­llones de células por minuto) en enfermedades de la mucosa oral, las cuales son frecuentes en un hués­ped inmunodeficiente (tal como un individuo con infección por HIV). Estudios inmunocitoquímicos recientes muestran que en los pacientes con sida hay una concentración más alta de HIV en los linfocitos salivares que en los linfocitos de la sangre periférica. Esto sugiere que los linfocitos infectados reciben una estimulación antigénica por la flora oral (bacterias en la boca) lo que da lugar a una mayor expresión del virus” (A. Lisec, “Za zivot”, izdanje “U pravi trenu­tak”, Dakovo 1994. s.27O-271.)

Los tratamientos

Actualmente existen medicamentos, llamados antirretrovirales, que inhiben enzimas esencia­les, la transcriptasa reversa, retrotranscriptasa o la proteasa, con lo que reducen la replicación del HIV. De esta manera se frena el progreso de la en­fermedad y la aparición de infecciones oportunis­tas, así que aunque el Sida no puede propiamente curarse, sí puede convertirse con el uso continua­do de esos fármacos en una enfermedad crónica compatible con una vida larga y casi normal. La enzima del HIV, la retrotranscriptasa, es una en­zima que convierte el ARN a ADN, por lo que se ha convertido en una de las principales dianas en los tratamientos antirretrovirales.

El común denominador de los tratamientos apli­cados en la actualidad es la combinación de distintas drogas antiretrovilares, comúnmente llamados “cóc­tel”. Estos “cócteles” reemplazaron a las terapias tra­dicionales de una sola droga que sólo se mantienen en el caso de las embarazadas HIV positivas. Las di­ferentes drogas tienden a impedir la multiplicación del virus y hacen más lento el proceso de deterioro del sistema inmunitario. El “cóctel” se compone de dos drogas inhibidoras de la transcriptasa reversa (las drogas) AZT, DDI, DDC, 3TC y D4T) y un inhibidor de otras enzimas las proteasas.

Al inhibir diferentes enzimas, las drogas intervie­nen en diferentes momentos del proceso de multi­plicación del virus, impidiendo que llegue a término. La ventaja de la combinación reside, justamente, en que no se ataca al virus en un solo lugar, sino que se le dan “simultáneos y diferentes golpes”. Los in­hibidores de la transcriptasa inversa introducen una información genética “equivocada” o “incompleta” que hace imposible la multiplicación del virus y de­termina su muerte. Los inhibidores de las proteasas actúan en las células ya infectadas impidiendo el «en­samblaje» de las proteínas necesarias para la forma­ción de nuevas partículas virales.

En 2010 se comprobó la eliminación del virus de un paciente con leucemia al recibir un trasplante de médula de un donante con una muy rara mutación genética que lo vuelve inmune a una infección con HIV; se recuperó de ambas enfermedades. Siendo una mutación muy rara y una operación con altos riesgos, la posibilidad de que esto se vuelva una so­lución práctica es casi inexistente de momento. A pesar de los resultados, las operaciones de este tipo exigen dosis de inmunosupresores para toda la vida. El defecto genético en cuestión hace que las células T no expresen el receptor CCR5 o CXCR4 que el virus necesita reconocer para entrar a la célula.

Teorías disidentes

Existe un grupo minoritario de científicos y acti­vistas surgido en la década del 80 que cuestiona la conexión entre el HIV y el Sida, e incluso la misma existencia del virus. También ponen en tela de juicio la validez de los métodos de prueba actuales. Estos disidentes alegan que no son invitados a las confe­rencias sobre la enfermedad y que no reciben apoyo monetario para sus investigaciones.

Miembros significados de este movimiento son el profesor de Biología molecular y celular Peter DuesbeRG, el matemático Serge Lang, la física médica Elena Papadopulos- Eleopulos, el biólo­go molecular Harvey Bialy, el químico experto en inhibidores de la proteasa David Rasnick, y los Premios Nobel Kary Mullis (química, en 1993) y Walter Gilbert (química, 1980).

Parte de estos científicos disidentes acusan a los investigadores del Sida ortodoxos de incompeten­cia científica y fraude deliberado. Según estos di­sidentes, los tratamientos aceptados oficialmente provocarían la enfermedad, considerando que esta afirmación se ve respaldada por la farmacocinéti­ca de los medicamentos, y puede ser comprobada con una lectura cuidadosa de los prospectos.RS

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