René Gerónimo Favaloro nació en la ciudad de La Plata el 12 de julio de 1923. Creció en el seno de una familia modesta, formada por su padre, Juan Manuel Favaloro, de profesión carpintero, y de Ida Raffaelli, modista. Pero quien realmente lo marcó fue su abuela Cesárea, “quien me enseñó a ver belleza en una pobre rama seca” (como recordaba en su dedicatoria de tesis doctoral).
Los estudios primarios los realizó en la escuela número 45 de La Plata y en 1934 comenzó sus estudios secundarios en el Colegio Rafael Hernández. Convencido de su vocación por la medicina, se anotó a la Facultad de Ciencias Médicas de la capital bonaerense.
Era tal su dedicación que a partir del tercer año empezaba a concurrir a la policlínica para sus clases en la mañana y volvía por las tardes por propia voluntad para ver la evolución de los pacientes. Los dos últimos años de su carrera los vivió en el mismo hospital.
Después de graduarse en 1949, ejerció como médico rural en la localidad de Jacinto Arauz, en la provincia de La Pampa, durante doce años. Esa etapa de su profesión forjó en él una conciencia social que lo marcaría para el resto de su vida. Durante los años que René, junto a su hermano (también médico) permanecieron en La Pampa, crearon un centro asistencial y elevaron el nivel social y educacional de la región.
En 1998 se creó la Universidad Favaloro, que aún hoy es sinónimo de prestigio
Esa etapa la recoge en un libro: “Recuerdos de un médico rural”. Un formidable fresco del trabajo en el campo donde “ranchos y villas miserias se ven por doquier, pobres escuelitas rurales más destartaladas que nunca, con maestros que reciben salarios alejados de la realidad”. El siguiente paso fue clave. A los 40 años se fue a trabajar como Residente de Cirugía a la Clínica Cleveland, Estados Unidos, donde llegó a Cirujano de Planta.
En ese lapso desarrolló la técnica del By-Pass Aorto-Coronario. Al principio la mayor parte de su trabajo se relacionaba con la enfermedad valvular y congénita. Favaloro fue un trabajador incansable. Se sostiene que cuando terminaba su tarea en la sala de cirugía, continuaba durante mucho tiempo revisando cinecoronarioangiografías y analizando aspectos anatómicos de las arterias coronarias y su relación con el músculo cardíaco.
El nacimiento del bypass
A comienzos de 1967 Favaloro comenzó a pensar en la posibilidad de utilizar la vena safena en la cirugía coronaria. Llevó a la práctica sus ideas por primera vez en mayo de ese año. La estandarización de esta técnica, llamada del “bypass” o cirugía de revascularización miocárdica, fue el trabajo fundamental de su carrera, lo cual hizo que su prestigio trascendiera los límites de ese país, ya que el procedimiento cambió radicalmente la historia de la enfermedad coronaria. Está detallado en profundidad en su libro Surgical Treatment on Coronary Arteriosclerosis, publicado en 1970 y editado en español con el nombre “Tratamiento Quirúrgico de la Arteriosclerosis Coronaria”.
Hoy en día se realizan entre 600 mil y 700 mil cirugías de ese tipo por año solamente en los Estados Unidos. Se reconoce que Favaloro fue realmente un pionero en cirugía cardiovascular. Quien en forma exitosa realizó la operación del bypass de la arteria coronaria. Se recuerda su intervención a una mujer en mayo de 1967, en la que eliminó la obstrucción de la arteria con un pedazo de vena safena. Este fue el comienzo de la cirugía del bypass que luego fue mejorando en forma progresiva.
Vuelta a la Argentina
Favaloro volvió a su país en 1971, con el sueño de desarrollar un centro de excelencia similar al de la Clínica de Cleveland, que combinaba la atención médica, la investigación y la educación. Al llegar ingresó al Sanatorio Güemes, por instancias del titular de la institución Mauricio Barón, y del prestigioso cardiólogo y amigo de Favaloro, el doctor Luis de la Fuente. Fue el mismo de la Fuente quien colaboró con la creación de la Fundación y lo convenció de que pusiera su nombre al frente del sanatorio.
Se estima que alrededor de medio millar de residentes pudieron trabajar bajo la supervisión de Favaloro. Su estímulo para la realización de seminarios, cursos y congresos fue clave para el crecimiento y creciente reputación de la entidad. En estas iniciativas se recuerda “Cardiología para el Consultante”, que se lleva a cabo en forma bianual.
A principios de los ochenta se inaugura el Laboratorio de Investigación Básica, con fondos personales que aportó Favaloro. Este laboratorio luego pasó a convertirse en el Instituto de Investigación en Ciencias Básicas del Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas. Con el lema “tecnología de avanzada al servicio del humanismo médico” el objetivo de la entidad era brindar servicios altamente especializados en cardiología, cirugía cardiovascular y trasplante cardíaco, pulmonar, cardiopulmonar, hepático, renal y de médula ósea, además de otras áreas. Favaloro concentró allí su tarea, rodeado de un grupo selecto de profesionales.
Se realizan entre 600 mil y 700 mil cirugías de bypass por año solamente en EE.UU.
Fueron todos estos pasos previos a la creación en 1998 de la Universidad Favaloro. En el presente esta institución cuenta con una Facultad de Ciencias Médicas, donde se cursan tres carreras de grado -medicina, kinesiología y fisiatría- y una Facultad de Ingeniería, Ciencias Exactas y Naturales, donde se cursan tres carreras de ingeniería. En 1992 se inauguró en Buenos Aires el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro, entidad sin fines de lucro. Nunca quedaron en claro las causas por las cuales Favaloro renunció a integrar la CONADEP (Comisión Nacional por la Desaparición de Personas), luego de que fuera designado por el presidente Raúl Alfonsín.
Diversas versiones referían un presunto malestar con el presidente de la Nación por haber recibido a Isabel Perón, otra a razones anímicas y labores. También se adujeron diferencias con otros miembros de la Comisión. En fìn, no se sabe a ciencia cierta la razones de su renuncia.
Favaloro por dentro
Entusiasta seguidor de Gimnasia y Esgrima de la Plata, Favoloro era un apasionado de la historia argentina y también de la flora y fauna rural. Él mismo así se describe: “Mis pasatiempos preferidos son la huerta y la indagación histórica, preferentemente argentina. Desde niño aprendí, ayudando a mi abuela materna, a entremezclar con la tierra a pura pala, azada y rastrillo, cultivando con esmero toda clase de vegetales.
Aún conservo las primeras emociones de ver transformarse semillas pequeñas en la inmensa variedad de frutos que toda la familia consumía durante el año. Con el tiempo, esto llegó a ser parte inseparable de mi existir. Ni las nieves de Cleveland pudieron impedir que durante su corto verano mi huerta, a la vera de un pequeñísimo arroyo, me saludara con su verdor cuando llegaba al atardecer, después de estar enclaustrado varias horas en el quirófano. En estos últimos años, los continuos viajes al exterior por razones docentes han hecho que en la huerta de Arditi, partido de Magdalena, se entremezclan semillas de diversos países con las del nuestro y es común que, en la víspera de mi partida, los pobladores me recuerden aquellas de su preferencia”.
Una anécdota que refiere su discípulo Fernando Bullón también nos pinta la personalidad de Favaloro. Comenta Bullón que Favaloro nunca tuvo grandes pretensiones materiales. “El maestro conducía un Renault 12 break (un auto medio pelo para la época) y siempre decía que soñaba con un auto de techo corredizo. Una mañana Juan Manuel Fangio, alguien a quien Favaloro había operado con éxito, estacionó en la puerta de la fundación un Mercedes 300 color gris con techo corredizo”. Sorprendido por el regalo le comenta a Bullón: “Decile que se lo lleven. El doctor Favaloro no va a andar en un Mercedes mientras no haya una mamadera para cada chico en la Argentina”.
Favoloro era un apasionado de la historia argentina y también de la flora y fauna rural
Su vocación histórica se reflejó en “¿Conoce Ud. a San Martín?”, libro en el cual Favaloro describe la vida del Libertador, al mismo tiempo que confiesa que nadie conoce realmente al gran capitán. “Dentro de mis lecturas, ocupa un lugar preferencial el general don José de San Martín, con quien durante largos años hemos estado dialogando a través de diversos libros, folletos y artículos. El análisis cuidadoso de su vida, a mi entender, demuestra que la gran mayoría de los argentinos —civiles y militares— no la conoce en profundidad y, por el contrario, en infinidad de ocasiones San Martín ha sido y es utilizado para defender intereses bastardos, en especial a través de comparaciones y paralelismos, tratando de justificar desviaciones perniciosas de nuestro pasado lejano y reciente”.
Para Favaloro, el profesional debe tener un compromiso con su tiempo y con su sociedad. Una vez comentó: “quisiera ser recordado como docente más que como cirujano”. Por esa razón, dedicó gran parte de su tiempo a la tarea docente, a la preparación de programas educativos y a escribir libros de medicina, educación y sociedad.
Finalmente, el 29 de julio de 2000, sumido en una grave depresión y en medio de una crítica situación económica, Favaloro tomó la decisión de suicidarse. Tenía 77 años de edad. Una pérdida lamentable de un hombre brillante que quiso como pocos a su país.