Lucas Garibaldi nació en pleno Capital Federal pero ya desde chico se la pasaba dibujando campos con huertas, por eso no fue extraño que estudiara Ingeniería Agronómica en la Universidad de Buenos Aires (UBA) –y se especializara en Ecología- ni que se mudara a Bariloche una vez graduado. “Cuando comencé la carrera científica busqué problemas que no estuvieran resueltos y que no hubiese muchos grupos trabajando en eso”, revela. Así llegó al campo de la agroecología. “Mi interés se concentró en uno de los principales problemas del mundo que está afectando la calidad de vida de las personas: cómo producir sin destruir el medioambiente”, dice hoy, con ocho años de trayectoria como investigador del CONICET y cuatro como director del Instituto de Investigaciones en Recursos Naturales, Agroecología y Desarrollo Rural (INRAD) en la sede Andina.
Garibaldi, de 38 años, acaba de ser laureado con el “Premio Estímulo” de la Fundación Bunge y Born, uno de los reconocimientos más importantes del área científica, que este año premió los aportes científicos del área de Ecología. “Yo no siento que tenga horarios de trabajo y horarios de no trabajo. Lo que hago es una motivación de vida, un camino hacia la transformación y la mejora del mundo. Es ciencia para mejorar la calidad de vida de las personas. Y en ese sentido, es muy importante recibir premios porque te permiten comentarle a la sociedad los resultados y las propuestas que tenemos para mejorar el medioambiente”, dice el científico, que en 2017 ya había recibido el Premio Houssay por el área de Ciencias y Tecnologías Ambientales, y en 2015 el Premio Estímulo de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Su objetivo en la investigación, según explica, es desarrollar algo aplicado para el sector agropecuario, teniendo en cuenta que es el sector más importante de la humanidad: “Más de la mitad de la superficie terrestre son cultivos, animales, forestaciones”, advierte.
La llamada
Cuando lo quisieron contactar para comunicarle que era uno de los ganadores del Premio Estímulo Bunge y Born, se les hizo difícil ubicarlo: “Fue cómico, porque los atendió gente del instituto y antes de pasar el teléfono conmigo querían saber qué necesitaban. Como yo dirijo el instituto, de alguna manera protegían mi tiempo”, relata. Finalmente, cuando los atendió y supo la noticia, se sintió “shockeado, me dijeron que era una llamada urgente y dije `esto es o muy bueno o muy malo`. Por suerte fue muy bueno”, rememora.
“Me fui a vivir a Río Negro porque me gusta vivir más en contacto con el entorno más natural. Y Bariloche es como un Silicon Valley de Argentina: es una ciudad no tan grande, en un entorno natural hermoso, con un montón de universidades y capacidades académicas. Acá hay físicos, biólogos, agrónomos forestales”, comenta Garibaldi, que también tiene una fuerte vocación docente que mantiene desde hace 19 años de manera ininterrumpida entre la facultad y los cursos.
La investigación que Garibaldi encabeza en el sur del país consiste en aplicar conceptos de ecología a la agronomía. El área, diez años atrás, no tenía demasiado desarrollo ni aplicación, pero hoy está en plena expansión. “Cuando uno piensa en tecnologías y cosas nuevas no es solo aparatos caros y cosas de laboratorio: dentro de la ecología también hay mucha tecnología, que se llama tecnología de procesos y se aplica para aumentar la productividad y promover un cambio en la manera en la que se produce para mejor”, explica. De lo que se trata su tarea diaria es de encontrar formas de producir alimento -soja, trigo, manzana, pera- sin destruir el medioambiente, sino alentando la biodiversidad: la diversidad de especies.
La investigación consiste en aplicar conceptos de ecología a la agronomía
“Hoy, más producción implica más destrucción de la diversidad biológica, pero nosotros encontramos que contrario a lo que se piensa, promoviendo ambientes más saludables se puede producir más al mismo tiempo”, asegura. Y da el ejemplo de los polinizadores: “Los ambientes naturales y seminaturales en paisajes agropecuarios, por ejemplo, no solo se fomentan industrias como la apicultura, sino que además eso promueve la diversidad de polinizadores, que son animales que visitan las flores de los cultivos. En ese visitar, mientras se mueven de una flor a otra, transportan polen, y ese polen contribuye a la formación de los frutos y las semillas que nosotros tanto necesitamos. Entonces, tener que un cultivo de girasol tenga cerca alguna sierra o cierto hábitat natural, hace que haya diversidad de polinizadores, por ejemplo abejas, y que se coseche más girasol por hectárea”, dice. “Más aún, teniendo en cuenta que en el mundo hay más de 20 mil especies de abejas, es importante aumentar la diversidad para aumentar la producción: estamos acostumbrados a la abeja melífera, pero no es la única”, indica.
Otro punto que promueve con su investigación científica es la rotación de cultivos y el control biológico de plagas. “El concepto de plagas es un concepto asociado al monocultivo, donde hay una sola especie y se aplican siempre los mismos agroquímicos, de malezas, de bichos, en cambio del otro modo esas resistencias no están, los suelos no se degradan tanto sino que se recuperan. Eso permite pensar a gran escala, muchas veces incluso es reducción de costos, porque se aplican agroquímicos de más, muchas veces innecesariamente, por desconocimiento”.
El trabajo que realiza Garibaldi con su equipo es, en algunos casos, con productores -“evaluando los distintos manejos que hacen pero también proponiendo y evaluando la eficacia de las propuestas que nosotros hacemos”, y otras veces apoyándose en satélites, en modelos matemáticos de los paisajes, drones o con experimentos en algunos campos que son plausibles de extrapolar a una mayor cantidad de lugares y situaciones. Trabajan con todos los sectores: desde los pequeños productores hasta las empresas. “Nuestro lema es producir más pero promoviendo la biodiversidad. Eso se llama intensificación ecológica, es un proceso inclusivo al que se pueden sumar los grandes productores, también los productores familiares, los pequeños productores, con pautas de una transición, año tras año. Porque acá no es una revolución de un día para el otro: el agro es un sector muy dinámico en Argentina, acá lo que tenemos que hacer es incorporar principios ecológicos a la producción agropecuaria”.
Urgente
Aplicar tecnología de este tipo, según el científico, es urgente. “Ya no podemos esperar: la tasa de destrucción del medio ambiente y la pérdida de calidad de vida asociada está siendo muy rápida y fuerte”, asegura. Tanto las inundaciones como la degradación de la tierra, la pérdida de la calidad del agua o de calidad nutritiva de los alimentos, la caída del empleo, las problemáticas de salud que se expanden son, según Garibaldi, “el resultado de cómo estamos llevando adelante en nuestra producción animal, agrícola y forestal, con el predominio del monocultivo y el creciente uso de agroquímicos, que destruyen la biodiversidad”. Las cifras que apunta son elocuentes: el sistema agropecuario es el principal empleador del mundo, y la principal industria que impacta en el mundo en el medioambiente, ya que consume más del 70 por ciento del agua dulce del mundo.
Pero las soluciones, dice, no dependen solo de nosotros. Todos los actores tienen que estar involucrados: los políticos, los consumidores y los productores también. “En estos problemas no hay malos y buenos: algunos producen y otros compran. Nosotros tenemos un mensaje muy fuerte a los consumidores también: la mayoría de la gente vive en las ciudades y son consumidores, y por vivir en las ciudades uno piensa que no tiene nada que hacer en este problema, y en realidad los consumidores son la clave. Lo más importante es saber que en cada decisión de consumo están promoviendo un sistema agropecuario u otro”, indica Garibaldi.
Promueve la rotación de cultivos y el control biológico de plagas
“En el valle de Río Negro cada vez hay más chacras orgánicas, sin agroquímicos –agrega-, biodinámicas, que preservan hábitat natural, y eso no es por una ley Argentina sino por cambios en las preferencias de los consumidores: en Europa y en Norteamérica también están siendo cada vez más conscientes del poder que tienen y de cómo ellos pueden influenciar para vivir en un ambiente más sano”. Para Garibaldi, la presión social que puedan ejercer los consumidores es clave para un verdadero cambio productivo. “Estamos todos en el mismo tren, no hay buenos ni malos, estamos conectados. Existe uno porque están conectados con la otra, el principio y el fin de la cadena agropecuaria”.
Para galardonarlo, el jurado destacó que “uno de los aportes más significativos de Lucas Garibaldi consistió en la demostración de que la diversidad y abundancia de polinizadores silvestres son más importantes que la abundancia de la abeja doméstica en el servicio de polinización de muchos cultivos”. Asimismo, el jurado subrayó como notable su “interés por difundir y hacer llegar las implicaciones de sus hallazgos científicos a la sociedad”. ¿Cómo se imagina que seguirá su carrera a futuro? ¿Estará abocado a los mismos temas? Garibaldi no lo sabe a ciencia cierta. “Como científico, me mueve la curiosidad constante de ver cómo van cambiando las cosas, y trabajar en qué es lo que falta. Así que quizás, en diez años, no esté trabajando en lo mismo –adelanta-, porque las preocupaciones van cambiando”.