El sistema circulatorio y el sistema nervioso siempre han tenido mejor fama que el sistema digestivo. «Hipócrates dijo que del cerebro provienen ‘las alegrías, el placer, la risa, el ocio, las penas, el dolor, el abatimiento y las lamentaciones'»; para Aristóteles, en el corazón se originaban las sensaciones y las respuestas ante el mundo físico. Sin embargo, en los últimos tiempos nuevas tendencias en dietas e investigaciones sobre el microbioma han dado nueva dignidad al intestino.
Hoy los probióticos son parte de la conversación cotidiana, como los suplementos dietarios. El mercado sin gluten en los Estados Unidos llega a USD 4.700 millones, sin que eliminar este ingrediente de la dieta traiga beneficios conocidos a quienes no sufren de la enfermedad celíaca, escribió en The Boston Globe el gastroenterólogo Sushrut Jangi, del Hospital Brigham and Women’s, afiliado a la Univeridad de Harvard, en Boston, en una columna sobre por qué el cuidado del tracto digestivo es tan importante para la vida como el cuidado del corazón.
«Cada vez más la investigación médica dice que la salud del intestino es más importante que lo que habíamos creído antes. Estas redes de nervios densas y delicadas que constituyen una cubierta alrededor de los intestinos y el largo brazo del sistema inmunológico que vigila la paredes abdominales sugieren que estos órganos no sólo digieren los alimentos, sino que pueden regular el ánimo y las emociones y jugar un papel central en la respuesta inmunológica a la enfermedad», escribió.
De la depresión a la esclerosis múltiple, los pacientes piden información sobre el cuidado del intestino para sobrellevar esas condiciones. «Ahora que la barriga está en el centro de la atención, podríamos formular su cuidado según el modelo de cómo hemos cuidado históricamente al corazón: prevenir la enfermedad futura haciendo hoy lo que corresponde», agregó Jangi. «No hay que tomarse a la ligera los peligros de no cuidar los intestinos».
En el último año las autoridades sanitarias de los Estados Unidos advirtieron sobre un gran incremento del cáncer de colon entre los millennials, gente en sus 20s y sus 30s que no consideraron hacerse una colonoscopía porque, simplemente, no se les aconsejaba un estudio considerado necesario sólo luego de los 50 años. Como estas estadísticas fueron de la mano del aumento de la obesidad y la diabetes, se estima que una causa de importancia es la mala dieta.
En el caso de la población de más de 65 años, el riesgo proviene del empobrecimiento del microbioma, un ecosistema de billones de organismos, o bacterias buenas, que se daña por mala dieta, sedentarismo y exceso de antibióticos. Eso hace que las personas sean vulnerables a bacterias perniciosas como la Clostridium difficile, que mata a miles de ancianos cada año. Entre esa población también aumentan la constipación y los divertículos.
Jangi recomendó cuatro medidas preventivas para cuidar la salud del tracto digestivo, que pueden hacer tanto los jóvenes como los adultos y los adultos mayores: hacerse estudios para descartar la presencia de cáncer de colon, prestar atención a los cambios corporales, mejorar la dieta sin caer en modas y reducir la ingesta de antibióticos.
«Uno de cada tres adultos de más de 50 años no se ha realizado una colonoscopía», señaló el médico. Para los que eluden un estudio invasivo y molesto, señaló que hay alternativas como la prueba inmunoquímica fecal que detecta sangre oculta; la única molestia es que, en lugar de cada cinco años, se realiza una vez por año. «Tenemos mucho trabajo por hacer para prevenir muertes innecesarias, especialmente entre las comunidades hispana y afroamericana», señaló. Las nuevas normativas oficiales indican los 45 años como momento del comienzo de estos estudios, excepto que una persona tenga antecedentes familiares de cáncer de colon, caso en el que recomienda comenzar mucho antes.
«La gente joven debería estar alerta a los cambios que manifiesta su cuerpo» como pérdida de peso o un cambio persistente en el comportamiento de los intestinos. Además del cáncer de colon, la enfermedad inflamatoria intestinal y la celiaquía son dos males que afectan esos órganos en general en los adultos jóvenes y hasta los 40 años.
Con respecto a la dieta, no es necesario —escribió el gastroenterólogo— elegir costosas comidas sin gluten ni huevo ni leche ni soja que no entiende cómo se pueden preparar, ironizó. Alcanza con «evitar las carnes procesadas y la carne roja y alimentar la densa jungla de bacterias con fibras, frutas y vegetales». Cambiar la dieta occidental por la mediterránea (que se basa en vegetales , aceite de oliva, pescado y nueces) es bueno «a la vez para el intestino y para el corazón». Agregar cúrcuma a los platos puede ayudar a reducir la inflamación y mantener una rutina de ejercicio regular aleja la obesidad otro factor de riesgo.
Por último, señaló que «se siguen recetando antibióticos en gran exceso», lo cual no sólo aumenta el riesgo de la multiplicación de bacterias malas, como la C. dificile, sino que puede «crear resistencia en otra clase de microorganismos, que también viven en los intestinos», y se convierten en suberbacterias. En especial entre los ancianos, es importante asegurarse de que un antibiótico sea el tratamiento absolutamente necesario, concluyó.
Fuente: Infobae