Desde 1989 el 11 de julio se transformó en el Día Mundial de la Población, en conmemoración a las 5 mil millones de personas que habitaban el planeta. Esta cifra sorprendió por la rapidez en que la población mundial aumentaba y despertó en el Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo la necesidad de recordar las tareas pendientes en carácter demográfico y de desarrollo, principalmente en los sectores marginales.
Para el 2030, está previsto que la cantidad de habitantes en el mundo alcance los 8.500 millones, llegando a 9.700 millones en 2050 y a 11.200 en 2100. Estas estadísticas representan un ritmo de crecimiento que va en aumento, pero que levemente se aletarga. ¿A que se deben estas cifras? ¿Es un resultado para festejar o para preocuparse?
Hoy la distribución de la riqueza es extremadamente desigual: más del 70 por ciento de la población del mundo acumula sólo el 3% de la riqueza mundial. De la misma manera, el acceso a los recursos naturales se enfrenta a una distribución alevosamente inequitativa.
“Así como podemos pensar que ya nació la persona que va a vivir 200 años, hay un fenómeno que va a provocar que muchos otros vivan menos que sus padres y abuelos. Esto se debe fundamentalmente a que sufren la falta de acceso a la salud, educación y agua potable”, sostiene Alfredo Stern, miembro del Consejo Académico de la Fundación de Estudios para la Salud y la Seguridad Social (FESS) y médico certificado en salud pública.
Según estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés), más de 2.200 millones de habitantes de los países subdesarrollados, la mayoría niños, mueren todos los años de enfermedades asociadas con la falta de agua potable, saneamiento adecuado e higiene.
Para el 2030 la cantidad de habitantes en el mundo alcanzará los 8.500 millones
Al respecto, Stern explica que existen dos factores determinantes en la situación actual de la población mundial. El primero se refiere al motivo por el cual la curva de crecimiento poblacional se ha desacelerado. Este fenómeno responde a la marcada desigualdad social, no sólo entre hemisferios y continentes, sino también a nivel regional y local.
En tanto, las poblaciones con las necesidades básicas cubiertas y mayor acceso están disminuyendo su tasa de maternidad por la decisión de retrasar la proyección familiar para pasados los 30 años. Aquellos grupos que no gozan de condiciones de vida dignas padecen la falta de educación sexual y asistencia en salud, lo que provoca un ascenso de natalidad de riesgo.
El segundo factor indicado por el representante de FESS, se vincula al proceso de urbanización que acontece en todos los países del mundo. En Argentina el 40% de la población vive en zonas urbanas y, dentro de ese porcentaje, un tercio vive solo. La vivienda unipersonal tiene grandes efectos sobre la rutina de las personas y, a su vez, trajo consigo un grave problema en materia de salud: la soledad. El sobreriesgo de mortalidad aumenta en un 26% en las personas que viven solas, igualando el riesgo de una persona que fuma 15 cigarrillos diarios. De esta manera, para garantizar una mejora sostenida en el estado de salud de la población, es fundamental atacar numerosos ejes que responden a contextos y problemáticas muy diferentes, pero que siguen alterando los indicadores demográficos.
Dentro de los objetivos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se busca garantizar para el 2030 el acceso universal a los servicios de salud. Además, se considera primordial lograr que cada individuo pueda tener educación, plena conciencia e información para poder planificar su familia y su vida. Esto permitirá acercarnos al fin de la pobreza, al empoderamiento de la mujer y la igualdad, y la mejora de la salud para todos los habitantes.