Nota de tapaSalud

Llegar a viejo

Uno de los temas que abordan las sociedades desarrolladas es el de la vejez. Pero se aborda mal como si la vejez fuera en sí misma un pro­blema. Que requiere “soluciones” y no respuestas. Con sociedades cuyos promedios de vida se alargan, los nacimientos decrecen y se hace un culto de la juventud. Los gerontólogos reclaman políticas específicas para los ancianos: legislación, arquitectura, economía y me­dicina adecuadas, entre otras demandas.

Autor: RSalud 13 enero, 2016

Cuando las personas mayores pierden su papel ac­tivo en la sociedad, porque las retiran, se jubilan o las marginan, pierden seguridades y a veces no son am­paradas en sus entornos social y afectivo. Claro que muchos siguen activos, y pueden reorientar sus inte­reses. Adquieren un renovado rol familiar y más que ser cuidados, cuidan. Un hogar –dijo un gerentólo- es el “lugar donde nos cuidan y dónde cuidamos”. Pero son los menos.

El experto mexicano Julio Lozano comentaba que la pérdida del trabajo por parte de los adultos mayores resta dos meses de expectativa de vida por año y que, por lo tanto, resulta clave cómo enfrentar el problema de sociedades cada día más viejas.

Hay también una mirada discriminatoria, cómo si la vejez fuera en sí misma una enfermedad y cómo si todos nosotros no lleváramos “un viejo encima”. Las prepagas informan con soberbia que no se puede cambiar de plan médico, si el solicitante “es mayor de 61 años”. Cuando mayor es la edad los planes de co­bertura son más caros y los medicamentos en muchos casos suelen ser inaccesibles.

El sistema jubilatorio toma el promedio de los últi­mos diez años de aporte y no el aporte general hecho durante toda su vida económica activa. Por lo tanto una persona que realizó significativos aportes jubi­latorios en su vida joven, y que decreció en su etapa de adulto mayor, puede recibir la jubilación mínima; mientras que a un funcionario, un legislador nacional o un concejal se le toma su salario público.

Hay una mirada discriminatoria, cómo si la vejez fuera en sí misma una enfermedad

Mayores angustiados, que no saben si la obra social les entregará los remedios, que con pudor tienen que recibir ayuda de sus hijos o con la angustia de que el turno del hospital no llegue nunca. La fragilidad frente a una delincuencia virulenta, los problemas para mo­vilizarse en calles y veredas rotas y la poca oferta para utilizar el tiempo libre que por primera vez en sus vidas, tienen en demasía.

Se los maltrata en las calles; en los medios de transporte públi­co y cuando nos enfrentamos a su mirada corremos la vista. No los escuchan las autoridades; no son motivo de noticia en los medios de comunicación (salvo tragedias) las empresas los igno­ran y la sociedad toda los evita. Padecen como poco la lentitud y la ineficacia de los burócratas y sus reclamos caen en el vacío. La situación de los geriátricos sólo es atendida cuando un noticiero habla de la muerte de “viejitos” a causa de la caída de una pared, el des­prendimiento de un techo o un incendio sorpresivo. Y después todo igual, ya que el resto, se sabe, seremos “eternamente jó­venes”.

El sistema jubilatorio toma el promedio de los últi­mos diez años de aporte y no el aporte general hecho durante toda su vida económica activa

Es un problema mundial, la vejez tiene mala prensa. La clase “pasiva” no es tenida en cuenta y todo indica que se ha desatado una fobia feroz con­tra los viejos y cualquier medio que nos permita esconder el paso de los años es auspicio­so, aunque corramos riesgos de muerte como prueban las miles de denuncias sobre mala praxis en intervenciones qui­rúrgicas para mejorar la estéti­ca. Una falsa dicotomía que se sintetiza: Juventud igual a Sa­lud y Vejez igual a enfermedad.

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La situación local

En la Argentina hay que su­mar el problema de las deman­das pendientes de ajustes jubila­torios. Se estima que rondan el medio millón, presentadas en los diferentes juzgados de la Seguri­dad Social. Cada mes se presen­tan 10.000 nuevas demandas y apenas se resuelven 20.000 por año. A este ritmo resulta impo­sible resolver el tema y parece estar lejos cumplir el objetivo histórico del 82% móvil. Una jubilación ronda hoy el 40% de un sueldo promedio. Y el 70% de los jubilados cobra la asigna­ción mínima. Los 10 juzgados previsionales no dan abasto y los jueces se muestran incapaces de administrar 47.000 demandas en promedio. Incluso, el edificio de la calle M. T de Alvear tuvo riesgo de derrumbe ante el peso excesivo de las demandas previ­sionales.

Una jubilación media según datos oficiales es de $7.662 y la canasta para los adultos ma­yores ronda los $7.600 según Eugenio Semino, Ombudsman de la Ciudad de Buenos Aires para la Tercera Edad. Vale la pena reconocer que la cobertu­ra que alcanzaba sólo al 60% de los argentinos hoy llega al 97%. Desde el 2005 hasta el presen­te se incorporaron al sistema previsional casi 3,5 millones de personas, muchas de las cuales nunca habían hecho aportes. Con respecto al PAMI (Progra­ma de Atención Médica Inte­gral) dijo Semino en una recien­te entrevista: “El PAMI siempre funciona muy bien para el que lo administra, bien para los que no lo usamos y muy mal para el que lo tiene”.

En la Argentina hay que su­mar el problema de las deman­das pendientes de ajustes jubila­torios

De acuerdo con el funciona­rio uno de las trabas de la obra social es que no hay un sistema de atención primaria -que im­plicaría el trabajo coordinado de un equipo interdisciplinario-, sino un programa de médicos de cabecera, cada uno de ellos con centenas de pacientes. A todo ello hay que sumar las tardanzas en realizar una intervención qui­rúrgica o un estudio médico, de­moras que pueden costar la vida.

Cada mes se presen­tan 10 mil nuevas demandas y apenas se resuelven 20 mil por año

Sociedades longevas

De acuerdo con un informe de la Organización Mundial de la Salud –OMS-, la proporción de personas mayores está au­mentando rápidamente en todo el mundo. Según se calcula, en­tre el 2000 y el 2050 dicha pro­porción pasará de 11 a 22%. En números absolutos, el aumento previsto es de 605 millones a 2000 millones de personas ma­yores de 60 años. Los adultos mayores pueden sufrir proble­mas físicos y mentales que es pre­ciso reconocer.

Más de un 20% de las personas que pasan de los 60 años de edad sufren algún trastorno mental o neural (sin contar los que se ma­nifiestan por cefalea) y el 6,6% de la discapacidad en ese grupo etario se atribuye a trastornos mentales y del sistema nervioso. La demencia y la depresión son los trastornos neuropsiquiátricos más comunes en ese grupo de edad.

Según la OMS, la proporción de personas mayores está au­mentando rápidamente en todo el mundo

Los trastornos de ansiedad afec­tan al 3,8% de la población de edad mayor y los problemas por abuso de sustancias psicotrópicas, casi al 1%; asimismo, aproximadamente una cuarta parte de las muertes por daños autoinfligidos corres­ponden a personas de 60 años de edad o mayores. Es frecuente que los problemas por abuso de sustan­cias psicotrópicas en los ancianos  se pasen por alto o se diagnosti­quen erróneamente.

Hay un aumento previsto de 605 millones a 2000 millones de personas ma­yores de 60 años

El personal sanitario y los pro­pios ancianos no reconocen los problemas de salud mental en su verdadera dimensión, y el estig­ma de las enfermedades men­tales propicia que las personas sean aún más reacias a buscar ayuda.

Factores de riesgo

A lo largo de la vida son muchos los factores sociales, psíquicos y biológicos que determinan la salud mental de las personas. Además de las causas generales den tensión con que se enfrenta todo el mundo, muchos adultos mayores se ven privados de la capacidad de vivir independientemente por dificultades de movilidad, dolor crónico, fragilidad u otros problemas mentales o físicos, de modo que necesitan asistencia a largo plazo.
Además, entre los ancianos son más frecuentes experiencias como el dolor por la muerte de un ser querido, un descenso del nivel socioeconómico como consecuencia de la jubilación, o la discapacidad. Todos estos factores
pueden ocasionarles aislamiento, pérdida de la independencia, soledad y angustia.

Los ancianos también son vulnerables al descuido físico y al maltrato

La salud mental influye en la salud del cuerpo, y a la inversa. Por ejemplo, los adultos mayores con enfermedades como las cardiopatías presentan tasas más elevadas de depresión que quienes no padecen problemas médicos.
Por el contrario, la coexistencia de depresión no tratada y cardiopatía en una persona mayor puede empeorar esta última.
Los ancianos también son vulnerables al descuido físico y al maltrato. El maltrato de las personas mayores no se limita a causar lesiones físicas sino también
graves problemas psíquicos de carácter crónico, como la depresión y la ansiedad. La demencia y la depresión en los ancianos son problemas de salud
pública.

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